Nuestra primera visita la Plaza Mayor, compramos pan y un hornazo de 5,50 €, para comer.
Inma se acordó de que los lunes se entra gratis en la Universida, por lo que hacia allí nos fuimos. Resultó una visita muy interesante, ver las aulas, oyendo las explicaciones de los guías que se han dado cita en un lugar tan pequeño y a la vez tan grande.
En el aula de Fray Luís de León, todavía se conservan los bancos originales de las clases, visitamos el paraninfo...biblioteca...aula de Miguel de Unamuno, etc...
Es curioso lo que uno llega a enterarse, al mirar un poco el tema y comprueba que la Universidad de Salamanca, concebida según las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio como «ayuntamiento de maestros y alumnos», se organizó, conforme al espíritu medieval, a modo de corporación autogestionada, independiente de la ciudad y del cabildo catedralicio, participativa y celosa de sus privilegios. Disponía de sus propias reglas y hasta de sus propias instituciones penales. El rector podía ser (hasta finales del siglo XVIII) un estudiante elegido por los miembros de la corporación, si bien la concesión de los grados académicos correspondía a autoridades como el maestrescuela o el canciller. Las cátedras se asignaban por cooptación, mediante oposiciones públicas acompañadas a veces de asambleas tumultuarias no exentas de aplausos, abucheos y reyertas, como las descritas por Diego de Torres Villarroel.
Los ingresos de la Universidad provenían en gran parte de las rentas de la diócesis, por lo que los obispos ambiciosos duraban poco en ella pidiendo el traslado a diócesis con mejores rentas. Ello llevó a que muchos de los obispos de Salamanca fueran gente muy preparada intelectualmente e interesados en la Universidad, siendo a menudo, además, catedráticos y hasta rectores de la misma.
Los estudiantes acudían a las clases con un traje talar y un birrete (uniforme procedente de los antecedentes como escuela diocesana). Cuando obtenían la licenciatura se ponían un borlón encima del birrete, del color de la facultad en la que habían obtenido el título (azul para ciencias, encarnado para leyes, amarillo para medicina...). Si se licenciaban por más de una facultad, en el borlón se mezclaban los colores correspondientes. Al doctorarse añadían al birrete unos flecos del color de la facultad donde se doctoraban. Los profesores llevaban además la muceta, especie de capilla corta, también de color. Este atuendo ha sido copiado actualmente por el resto de las Universidades de España, aunque sin demasiado rigor en cuanto al sentido de cada uno de los símbolos y de los colores.
Mientras estudiaban, los colegiales llevaban una banda de paño con el color y el escudo del colegio mayor o menor al que pertenecían. Se llama la beca. No todos los estudiantes eran colegiales: muchos se adscribían a conventos y otros vivían en casas particulares, a veces en régimen de pupilaje. Los estudiantes pobres se alimentaban a menudo de la sopa boba, que daban en los conventos: era una sopa alimenticia, pero sin sabor gustoso, de ahí el nombre. Se distinguían porque llevaban en el frente del bicornio una cuchara, y les llamaban «sopistas». Los Colegios Mayores, fundados inicialmente para acoger estudiantes con escasos medios económicos, terminaron por convertirse en reductos oligárquicos que, incluso, llegaron a establecer estatutos de limpieza de sangre. Entonces a su vera se construyeron hospederías para los pobres. Los estudiantes que no pertenecían a los colegios fueron denominados «manteístas».
En una Universidad, la culminación de los estudios es la obtención del título de doctor, al que en buena parte de la historia del estudio salmantino (desde el siglo XVII) muy pocos optaban a causa de lo oneroso de la celebración, conformándose con el grado de Bachiller, Licenciado o Maestro. En Salamanca, el doctorando velaba los libros durante una noche en la capilla de Santa Bárbara del claustro de la catedral vieja, preparando su defensa. A la mañana siguiente entraba el tribunal, así como cualquier otro doctor que quisiera intervenir, y se sentaba en los bancos de alrededor. Las discusiones eran enconadas, pues se trataba de poner en aprietos al doctorando.
Obtenido el doctorado, empezaba la costosísima celebración. El doctorando (que en algunas épocas venía obligado a invitar al claustro a un pantagruélico banquete y a patrocinar festejos públicos que a veces incluían corridas de toros) regalaba unos pastelillos a los miembros del tribunal y sus compañeros pintaban un vitor, como el de la figura, en cualquier fachada en la que encontrasen un hueco (del mismo modo que ahora se pintan los grafitti). Cuando el doctorado era de ciencias, el pigmento utilizado era sangre de toro, cuando era de letras, pigmentos vegetales, pero siempre de color encarnado.
Este símbolo fue utilizado políticamente durante el franquismo, pues desde la Ley Moyano de 1857, hasta 1953, la única Universidad que expedía títulos de doctor era la Central (la de Madrid) y, por lo tanto, al llegar la guerra civil llevaba 80 años en desuso. A partir de 1954 volvió a utilizarse para los doctores, aunque de tamaño reducido y en sitios muy delimitados.
En la actualidad, una de las ceremonias más llamativas, recuperada tras la celebración del VII Centenario, es la investidura de nuevos doctores que tiene lugar en la festividad de Santo Tomás de Aquino. En ella, como cuando tienen lugar otros actos académicos solemnes, se forma un vistoso cortejo de profesores y autoridades universitarias que ingresan en el Paraninfo tras un breve recorrido a lo largo del claustro de las Escuelas Mayores. El cortejo va precedido de maceros y chirimías con los profesores de las diferentes facultades alineados en dos filas y vestidos con el traje académico compuesto, desde la homogeneización del XIX, de toga negra con puñetas, de muceta del color de las respectivas Facultades y birrete con un borlón del color de la facultad donde había obtenido la licenciatura y flecos del color de la facultad donde se le doctora; si tienen más de una licenciatura, los colores se mezclan en el borlón y lo mismo pasa con los que tienen más de un doctorado, incluso los doctorados Honoris Causa, que se mezclan los colores en los flecos; el traje académico del Rector, que, con su vara simbólica de autoridad, cierra el cortejo, es completamente negro. En épocas pasadas, los estudiantes, que no tenían título, llevaban túnica sin muceta y el birrete sin borlón ni flecos; los licenciados, no doctores, no llevaban flecos en el birrete.
Se sigue un riguroso orden el en cortejo: primero las Escuelas Universitarias, después las Facultades; las Facultades de fundación más reciente preceden a las más antiguas. Así, Ciencias Ambientales y Traducción, tras las Escuelas Universitarias, son las primeras en el cortejo. Las siguen Ciencias Sociales, Economía y Empresa, Bellas Artes, Psicología, Farmacia, Medicina, Derecho, las Facultades de Ciencias y las Facultades de Letras, que anteceden a los Vicerrectores y Rector. Todas las ceremonias Universitarias son presididas por el Rector, que no ha de ceder la presidencia a nadie, excepto al Rey de España. Se dice que los doctores del estudio salmanticense tenían el privilegio de permanecer sentados y cubiertos en presencia del Rey, como los Grandes de España.
Los colores eran: azul celeste para Letras, azul turquí para Ciencias, rojo para Derecho, amarillo para Medicina y púrpura para Teología (posteriormente se han añadido: morado para Farmacia, naranja para Ciencias Sociales y Económicas, verde para Ciencias Ambientales, castaño para Ingeniería, rosa para Psicología y blanco para Bellas Artes). Los Estatutos de la Universidad de Salamanca estipulan que el traje académico de la Universidad "será el tradicional"; con ello se alude a la túnica y capa características anteriores a la homogeneización de los trajes académicos españoles con la adopción de la toga jurídica. No obstante, se permite el uso de esta última, que es la que se emplea generalmente. El traje académico de los doctores se completa bien con la medalla simplemente doctoral, bien con la profesoral, los guantes blancos y la pajarita blanca. Se admite que, sobre las puñetas, la toga incorpore vivos del color de la Facultad, si bien ello no forma parte de la tradición salmanticense. En los cortejos académicos de la Universidad de Salamanca prevalece, entre los miembros del claustro, el color de la Facultad en las mucetas sobre el del doctorado propio.
Luego nos fuimos a ver una Iglesia que nos la hemos encontrado cerrada las veces que fuimos y que tenía interés en ver, se trata de San Martín.